Han pasado cuarenta años de la Guerra de Malvinas, una Gesta heroica llevada a cabo por soldados argentinos que evocando privaciones, esfuerzos, humanas debilidades y grandeza de algunos de los muchos que durante las hostilidades contribuyeron al ideal común, la defensa territorial y la soberanía nacional.
La memoria y la pasión de los recuerdos de este acontecimiento bélico, la última guerra librada en el siglo veinte, aceleran los latidos del corazón cuando recordamos y buscamos comprender el marco espiritual y material de aquellos que se desempeñaron durante la campaña, donde el respeto y la admiración profunda, se hace carne en nuestros cuerpos, y reverdece el espíritu de argentinidad.
Pero ese respeto y esa admiración no nos lleva a considerarlos figuras hieráticas y lejanas, bronces inaccesibles, personajes almidonados, sino hombres que supieron sobreponerse estoicamente a todas las adversidades de toda índole, sin olvidar ni un instante el cumplimiento de la misión, aun llevando en sus espaldas y con la mirada altiva, la ingratitud de ser unos perfectos desconocidos ante la sociedad argentina.
Nuestros veteranos de Guerra, desde la primera línea de combate honraron las más caras tradiciones de valor y coraje del soldado argentino, soportando el peso de la lucha y pagando con la sangre de las bajas sufridas en el campo de batalla.
Quizá nunca en la historia, una fuerza terrestre argentina había enfrentado condiciones tan restrictivas para el cumplimiento de la misión, ni en los albores de la Patria, cuando en 1807, las tropas de Liniers debieron sostenerse defensivamente en Buenos Aires con el río a sus espaldas ante el ataque inglés, después todas las campañas militares argentinas, de la Independencia en el Alto Perú, en la Banda Oriental, en el Paraguay, en Chile y Perú, en la Guerra contra el Imperio del Brasil, en la Guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana y en la Guerra del Paraguay fueron de carácter ofensivo.
Dentro de esta concepción general, hubo numerosos momentos donde se debió ceder la iniciativa, y muchos también de derrotas y desastres como lo fueron Huaqui, Vilcapugio, Ayohuma, Rancagua, Sipe-Sipe, Cancha Rayada por citar algunos, pero siempre existió la capacidad de retirada y la posibilidad de reconstruir las fuerzas en amplios espacios continentales.
Explicarlo desde el punto de vista geográfico no resulta suficiente. Al combatir en un archipiélago o en dos, considerando las Georgias, toda fuerza militar apostada en ellos, estuvo naturalmente aislada, separada de la masa continental por cientos de o miles de kilómetros de mares que solo se podían franquear en buque o en avión.
Esta es una de las tantas adversidades, igual que las condiciones meteorológicas y del terreno, donde el soldado argentino supo sobreponerse con estoicismo y coraje.
Transcurridos cuarenta años de esta Gesta Heroica, no podemos dejar que se diluyan referencias, virtudes, nombres y sucesos que, extraviados en la niebla del pasado, pierden paulatinamente vigencia e importancia.
La campaña de Malvinas fue una derrota digna ante la tercera potencia militar de entonces. Se perdió una batalla, pero no la Guerra, porque mientras exista en el corazón de los argentinos el impulso, recuperaremos nuestras Islas que de hecho y de derecho nos pertenecen, en algún momento de la historia.
Para concluir deseo parafrasear al Padre de la Patria, el General José de San Martín que decía: “Una derrota peleada vale más que una victoria casual”.
CR ( R) Gustavo Angel Schiavo
Director de la Biblioteca Nacional Militar del Círculo Militar.
Bibliografía Utilizada:
Consejo Superior del Arma de Infantería. (2013). La Infantería Argentina en Malvinas. Fiel a su Historia. Buenos Aires.
